Un grupo de mercenarios rusos reciben la orden de capturar un aeropuerto durante el conflicto de los Balcanes de los años 90. La idea es que lo mantengan hasta la llegada del ejército ruso, pero unos contrabandistas albano-kosovares lo han ocupado.

Veamos, la situación: durante un bombardeo un hombre lleva a un hospital su esposa quien está a punto de parir, nada más llegar una bomba cae sobre el lugar y él queda en suelo más o menos ileso, entra en el hospital y se encuentra a su esposa muerta y el bebé llorando en el suelo. En menos de 10 segundos la esposa a subido a un primer piso, entrado en una habitación, se ha sentado en una silla de ginecólogo y ha dado a luz, para luego morir por la explosión. Tiene que ser un récord.

Qué rabia me da cuando en una situación en la que consiguen someter a un grupo de hijos de puta (tras matar a unos cuantos de ellos) dejan vivos al resto. Poco me costaría a mí rematar la faena. Es que ni siquiera cogen sus armas, les dejan vivos así sin más y se van. Vamos, lo escribí sin saber qué iba a suceder después, pero digamos que es lo peor que podrían haber hecho.
Me gusta como la historia ocurre paralelamente entre varios grupos de personajes y al final confluyen todos.

En unas pocas ocasiones nos ponen imágenes reales, sacadas de noticiaros, para que entendamos mejor en qué momento del conflicto nos encontramos.
Manda cojones que se queden sin balas teniendo un almacén lleno de armas.

Eso sí, el final es lo más precioso que he visto en mucho tiempo. Quedan cuatro balas, son cuatro rusos y sólo se les ocurre una cosa que hacer. Por supuesto es algo que no verás en ninguna película de Hollywood. Y, por supuesto, explican que la historia no es que el ejército estadounidense dejarse que el ruso fuese el libertador, sino ese pequeño grupo de soldados que le echó un par de cojones. Me encanta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario