Hora de un documental.
Emilio Ruíz del Río es un hombre que ha dedicado su vida al cine. Ya desde pequeño sentía pasión por descubrir cómo hacían cada uno de los efectos visuales para poder recrearlos.
Su trabajo consiste en hacer maquetas, pintar cielos, crear fondos y paisajes… todo ello de manera que encaje perfectamente con la acción que está teniendo a cabo.
Guillermo del Toro habla como Emilio era una leyenda en México. Fernando Trueba habla de las ilusiones ópticas.
La técnica de las pinturas mate es fascinante, usan un cristal que se pone frente al lugar donde ruedan y en él dibujan lo que quieren crear (un castillo por ejemplo) igualando los colores con los de la realidad. Pero claro, este hombre tiene una mano increíble a la hora de dibujar, todo resulta realista.
Ray Harryhausen habla de que le conoció en “The Golden Voyage of Sinbad” (1973) y lo mucho que le impresionó.
Lo más curioso del tema es que siempre he admirado las pinturas mate (o al menos desde que soy consciente que existen) y cuando los reconozco en una película trato de averiguar mentalmente qué es real y qué no. Algunas veces no consiguen estar integrados al 100% en la imagen, pero otras es prácticamente imposible saberlo.
Enzo G.Castellari y Emilio hablan del rodaje de “Quel maledetto treno blindato” (1978). Concretamente de cómo hicieron la escena del tren explotando.
Estuvo más de 10 años trabajando para Raffaella de Laurentiis. Salen imágenes de diversas películas, como “Red Sonja” (1985) o “Dune” (1984).
Sale también David Trueba fascinado con sus trabajos en el cine clásico.
Con Juan Piquer Simón hablan de “Supersonic Man” (1979). Luego con Mateo Gil de “Nadie conoce a nadie” (1999). Y finalmente una de sus logros más conocidos es recrear el atentado a de Carrero Blanco en “Operación Ogro” (1979).
En total estuvo involucrado en más de 500 películas y creo que su nombre no es lo suficientemente conocido, lo cual no me parece nada bien. Es fascinante la cantidad de cosas que ha llegado a hacer y cómo imponía su criterio para darle más veracidad a las imágenes, hasta el punto que, como decía antes, es prácticamente imposible saber qué es real y qué no.
Este documental me ha mostrado que los efectos digitales están a años luz de llegar al nivel de los prácticos, pero no sólo por el realismo que puedan llegar a conseguir sino porque los actores actuando en un lugar real lo hacen mucho mejor que en una habitación con un fondo de color verde. Sus reacciones, sus movimientos, sus miradas, todo es más natural. Y creo que esa es la clave del buen cine, la naturalidad por encima de un presupuesto abultado.
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