Yoshimi Matsubara se acaba de divorciar y busca un nuevo apartamento donde vivir con su hija Ikuko. Encuentran uno muy espacioso y bien situado pero al poco de instalarse descubre que hay una gotera en su dormitorio.

Pertenece a una época en la que nos bombardearon con múltiples películas de terror oriental, algunas de de ellas de bastante calidad. Y, como suele suceder cuando machacas demasiado un estilo o temática, terminaron por saturar al espectador y degradarse enormemente con el paso del tiempo.
Sin embargo esta aún se salva, de hecho cuando hicieron el remake americano me pregunté por qué si la original está muy bien. Qué iluso era.

Creo que lo mejor de la película es la química entre las actrices que hacen de madre e hija. Resulta muy realista su relación.
Otro fallo de continuidad... este está menos claro. Cuando la madre se marcha corriendo en la entrevista de trabajo para ir a recoger a su hija está lloviendo, al llegar al colegio ha parado. El fallo está en que cuando por fin la encuentra ya es de noche. Podría ser que pasasen varias horas hasta que diera con ella, pero de la manera en la que suceden las cosas no da esa sensación.

El marido es bastante hijo de puta tratando de conseguir la custodia de la cría. Va exagerando cada pequeño detalle del que se entera a sus abogados y luego ella se tiene que defender, algunos son realmente ridículos.
Me hace gracia como el portero se desentiende por completo de la gotera y el casero suda de todo.

Aunque técnicamente es una película japonesa de fantasmas no es comparable a otras del género porque las apariciones son muy reales y no tratan de asustar de una manera demasiado obvia.
El final es realmente diferente. Un salto de 10 años al futuro y un reencuentro.
No buscan el susto fácil, de hecho todas las situaciones de miedo van apareciendo de forma gradual y más o menos las intuyes, lo cual es algo que prefiero a los sustos imbéciles tan típicos de las producciones hollywoodienses. Recomendable, en una palabra.
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