Una compañía de teatro prepara una obra sobre un asesino en serie. Dos de las actrices deciden ir a un centro médico cercano porque una de ellas se ha doblado el tobillo, pero resulta ser un centro psiquiátrico y un loco muy peligroso se escapa con ellas.
Resulta que existe una película titulada “Delirium” del mismo año, pero es su título alternativo porque el original es italiana. Lo curioso del tema es que será mi siguiente entrada porque así las tengo ordenadas de pura casualidad, a pesar de que no tienen absolutamente nada que ver. He de decir que el hecho de que tengan títulos tan similares me ha complicado un poco las cosas, la verdad.
Dirigida por Michele Soavi, quien hace un cameo como un policía joven que vigila desde el coche patrulla en la parte exterior del teatro. Creo que es la primera película que veo de las que ha dirigido aunque ha trabajado como asistente en numerosos títulos famosos como “Tenebre” (1982), “Phenomena” (1985) o “Opera” (1987).
Me encanta como la película te engaña en los primeros minutos haciéndote creer que se trata de una producción con un presupuesto realmente bajo cuando en realidad es el escenario teatral.
Me encanta como el asesino deja el primer cadáver y lo encuentran bastante rápido, de hecho incluso llega la policía para investigarlo. Aunque eso sería lo normal ha llegado un punto en que en este tipo de películas todo eso es lo raro.
Es una de tantas películas en las que de hacerse hoy en día tendrían que buscar una explicación al hecho de no poder usar los teléfonos móviles. Y probablemente sería complicada o estúpida.
Otra cosa interesante es que sabemos perfectamente quién es el asesino, le vemos al principio de la película, y aún así desde que huye no nos muestran su cara y tratan de mantener un ambiente de intriga.
Y bueno, que estén atrapados en un teatro con un asesino y se los vaya cargando poco a poco podría parecer un topicazo pero de la manera en la que llegan a esa situación me parece algo muy plausible.
Se trata de una película que no trata a los espectadores como si fueran estúpidos y quizás sea porque estoy demasiado acostumbrado al cine estadounidense pero es algo digno de admirar.
Y es que la película sigue los estándares de los slasher pero lo hace como un homenaje. El mejor ejemplo de ello lo tenemos cuando descubrimos que el asesino en realidad no está muerto al sonreír a la cámara.
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