Mushashi continua con su entrenamiento. Tras derrotar a los estudiantes de una escuela de samurai (incluso matando a algunos de ellos) espera pacientemente al maestro, pero llega demasiado tarde y le reta a un duelo.

La película empieza con un duelo, lo peculiar de esa escena es que vemos al protagonista blandir dos katanas, una más corta. Es su característica principal.
En el Japón feudal el valor de una vida era realmente bajo. Aunque se regían por un estricto código de honor, matar a un hombre por un error de identificación no traía ninguna consecuencia. Aparte de los duelos y las muertes "en defensa propia", claro está.

En un momento dado vemos la casa de las geishas. No tendría mayor relevancia de no ser porque algunas de ellas son realmente pequeñas, de hecho da la impresión de que son niñas. Incluso las que sí parecen adultas hablan con voz de niña, cosa que no ayuda demasiado.
Los duelos son abundantes, aunque no vemos todos los combates. Pero no carece de acción, ni muchísimo menos. De hecho la parte final es una auténtica masacre.

Y así como en la primera veíamos la traición por parte de la familia de Mushashi, en esta vemos lo malas personas que son los padres del amigo.

La primera me gustó más. Aunque en esta el protagonista aprende una lección muy importante, la de ser caballeroso en los duelos y no matar obcecado por el simple hecho de vencer. El viaje de aprendizaje de Mushashi continua en la tercera y última película, en la próxima entrada.
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